INTRODUCCIÓN. Bienvenidos a muestra nueva serie de predicaciones denominada Instrucciones para el buen vivir. Todos quieren vivir bien, ser felices y la gente trata de diferentes maneras: Muchos piensan que para vivir bien necesitan adquirir posesiones. Otros experimentando placer. Algunos ganando prestigio y satisfacción personal. Adquiriendo conocimiento, una vida llena de trabajo.
Pero ya Salomón en su libro de Eclesiastés (Eclesiastés 1:12-2:11.) Nos deja ver que no siempre el tener estas cosas nos ayuda al Buen Vivir, naturalmente ayudan pero no lo es todo. Otros depositan su confianza en el énfasis que hace la nueva constitución y en la ayuda que puede venir del gobierno: El estado le pueda dar una casa, un trabajo, estudios… pero el ser humano necesita principios y valores morales que solo la Biblia, la palabra de Dios tiene la autoridad para aquello. Para Vivir Bien hay que tener una relación personal con Dios a través de Jesucristo y con el prójimo. 10:10, Colosenses 1:13-20, Filipenses 1:21 y 3:4-11.
Dios tenía claro esta necesidad del ser humano, por ello cuando saco a Israel de Egipto, una de las primeras cosas que hace es entregarles una serie de instrucciones para que puedan vivir bien.
En la cumbre del Sinaí, Su revelación YO SOY EL SEÑOR TU DIOS. En medio de truenos, terremotos y sonidos de trompeta, pusieron a temblar a todos los que estaban en el campamento (Éxodo 19:16). A los israelitas invito a que se reunieran en la montaña para que escucharan las palabras de Dios para que aprenda a temerme todo el tiempo que viva en la tierra, y para que enseñe esto mismo a sus hijos. (Deuteronomio 4:10) lo primero que Moisés recibió fueron los muy conocidos Diez Mandamientos. Se nos dice que fueron recibidos directamente de la boca de Dios y escritos por el «dedo de Dios». Grabados en dos tablas por ambos lados, y las «tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios» (31:18; 32:15, 16) Israel los conservó en el arca del pacto por muchos años hasta que desaparecieron durante la cautividad.
Los Diez Mandamientos se convirtieron en la base de la ley hebrea. Los primeros cuatro tienen que ver con la relación del hombre con Dios; los seis restantes con la relación del hombre con el hombre. Jesús condensó todos estos mandamientos en dos, cuando dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos mandamientos depende la ley y los profetas» (Mt. 22:37-40) La validez de los Diez Mandamientos es única para todas las generaciones. Pero estos no pueden ser guardados en parte; en especial sin tomar en cuenta la importancia de los primeros. Hay un orden lógico en la forma cómo han sido dados. Los seis restantes mandamientos podrán ser cumplidos en la media que atendemos los primeros cuatro. De allí el resumen que hiciera Jesús de ellos.
Escuchamos a personas decir que ellos guardan los mandamientos, en especial los que tienen que ver con las relaciones con su prójimo. Pero la verdad es que si nuestra relación con Dios no es la que demanda su palabra, el tratar de cumplir los demás mandamientos lo será para nuestra justificación propia, más no como un verdadero acto de adoración, que fue el primer propósito como fueron dados. Cuando hablamos de los Diez Mandamientos, no lo hacemos bajo un orden estrictamente legalista. Ya el Señor develó y condenó ese tipo de actitud en su primera venida. Lo haremos más bien en la visión y aplicación que nuestro Señor hizo de ellos. Ese será nuestro enfoque, al considerar la grandeza de los mandamientos.
Como introducción a los diez Mandamientos la Biblia dice: 1Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: 2Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. (Ex. 20:1-2)
Dios dice: “Te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre, y sobre esa base quiero darte Mi Ley”. Muchas veces nos acusan a los que predicamos la gracia de Dios, de que no tenemos un aprecio debido por la ley. Nos acusan de despreciarla, de rechazarla y de enseñar que siendo que no somos salvos por la ley, que podemos violarla a gusto e infringirla con impunidad. Pero esto no es cierto de ninguna manera. Al contrario, todo predicador que enseña la gracia de Dios sí tiene una perspectiva verdadera en cuanto a la naturaleza de la salvación por la fe y se da cuenta del carácter alto de la Ley. El Apóstol Pablo contesta a este problema en su carta a los Romanos, capítulo 6, versículos 1 y 2, donde dice: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
Si usted cree que puede continuar viviendo en el pecado y violando los Diez Mandamientos a gusto, amigo mío, usted no es salvo por la gracia de Dios. Cuando usted es realmente salvo, entonces quiere, desea agradar a Dios y anhela hacer Su voluntad, la que es revelada en los Diez Mandamientos. Por eso, creemos que todo predicador de la gracia de Dios tiene el debido respeto y reverencia única para con la Ley de Dios. Como el salmista lo ha expresado: ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. (Salmo. 119:97). La ley es la expresión de la mente de Dios con relación a lo que el hombre debe ser. La ley es una expresión de la santa voluntad de Dios. El salmista en el Salmo 19:7 dice: La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
La ley es para el bienestar del género humano, para que viva bien. Por violar la ley de Dios Las cárceles están llenas, por la falta de confianza hay que firmar una cantidad de papeles para poder prestar dinero de un Banco, todo esto es testimonio del hecho de que el hombre no puede guardar la ley. Hubo un tiempo cuando la palabra de un hombre era su fianza, pero ya esto no existe hoy en día. La ley es una norma para medir la conducta humana. El robar, el mentir, y el cometer adulterio son malos porque Dios dice que son malos.
En Deuteronomio 6:20-25 encontramos que en generaciones posteriores, cuando un hijo le preguntaba a su padre, ¿Qué significan los mandatos, preceptos y normas que el Señor nuestro Dios les mandó? El padre tenía que contar primero la historia de la liberación de Israel de Egipto, antes de llegar a los mandamientos mismos. El propósito de cumplir con estos mandamientos es suficientemente claro: El Señor nuestro Dios nos mandó temerle y obedecer estos preceptos, para que siempre nos vaya bien y sigamos con vida (Deuteronomio 6:20-25). Al que cumpla la ley, todo le irá bien. Este es un tema que se repite (Deuteronomio 4:40; 10:13; 12:28) su preocupación por impedir que el que ha sido liberado regrese a la esclavitud.
En los Diez Mandamientos encontramos los términos establecidos por Dios, para vivir bien como ciudadanos del reino de los cielos. Son los decretos que formarían la base de la relación de pacto entre Israel y Dios.
Consideraremos ahora, los Diez Mandamientos. Como ya dijimos se dividen en dos grupos mayores. Una parte trata la relación del hombre para con Dios, y la otra, trata la relación del hombre para con el hombre.
PARA EL BUEN VIVIR EN PRIMER LUGAR HAY QUE:
I CONOCER A DIOS. No tendrás dioses ajenos delante de mí. (Éxodo. 20:3). Dios condena el politeísmo, es decir, la creencia en más de un Dios. No hay mandamiento dado contra el ateísmo porque no había ateísmo en aquellos días. Los ateos empezaron a aparecer durante el tiempo del rey David y fueron llamados necios. El Salmo 53, versículo 1, dice: Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Hoy en día, el ateo puede ser profesor de una universidad y se le puede considerar muy inteligente, pero en verdad, no es tan inteligente. La Escritura lo llama necio.
Dios dijo a Israel: No tendrás dioses ajenos delante de mí. Dios instruyó a la nación de esta manera porque en aquel entonces era muy difícil que un hombre mantuviera un equilibrio. En aquel día era muy popular adorar a muchos dioses. Dios condena el politeísmo. El Apóstol Pablo explica este asunto en su carta a los Romanos, capítulo 1, versículos 21 al 25, donde declara: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.”
¿Qué nos revela este primer mandamiento?
I. DESCUBRIMOS A UN DIOS CON PERSONALIDAD PROPIA v.2
Este primer versículo sirve de preámbulo para el resto de los mandamientos. Como hemos dicho, querer cumplir los demás sin tomar en cuenta esta primera parte es tergiversar el propósito de los mismos. De modo que las primeras palabras que Moisés oye y las que debería escribir en la tabla: «Yo soy Jehová tu Dios…». Esta es la más grande y universal declaración que se conozca en materia de fe y de creencias. Esto da por sentado la existencia y el gobierno de Dios. Él posee existencia en sí mismo. Esto es una referencia no solo a su naturaleza eterna, de quien no se conoce ni principio ni fin, sino que además tiene su propia autoridad para traer la legislación más apropiada en la formación de un pueblo santo.
El nombre de «Jehová tu Dios» le indicaría a ellos su carácter santo. Dios único en su poder; único en revelarse de una manera sobrenatural (ellos lo están sintiendo así mientras Moisés está recibiendo la ley); único en sus atributos con los que se reveló como un Dios de misericordia, amor, paciencia y perdón. El «yo soy» de este texto también les revelaría que él sería el Jahweh, nombre que ellos no pronunciarían por considerarlo tan santo y sublime, de modo que optaron por llamarlo «Adonai», que les ofrecía una mayor cercanía.
Moisés ya había conocido de la revelación de este nombre cuando Dios se manifestó a él en el llamado de la zarza ardiente. Ese nombre será conocido en toda la Biblia para manifestar a un solo y exclusivo Dios. Más adelante, en la repetición de esta misma ley, él les haría este recordatorio: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Dt. 6:4) Es significativa la expresión «Jehová tú Dios» y «Jehová nuestro Dios». Ambas hablan de un sentido de pertenencia y de exclusividad. Pero también el «yo soy» de este texto nos recuerda que Jesucristo no dudó en manifestar este «yo soy», para declararnos que el Jahweh del Antiguo Testamento fue el que se nos reveló en la persona de Jesús. Eso es lo que hace grande la declaración de este primer mandamiento. La naturaleza de su nombre es la esencia de toda existencia. Nos hace bien recordar que Jehová es nuestro Dios, lo cual indica que nosotros no vivimos para si, sino para él.
II. DESCUBRIMOS A UN DIOS CON UNA MISIÓN REDENTORA v.2b
La otra frase que tuvo que ser escrita con mucho cuidado por Moisés fue cuando Dios dijo «que te saqué de la tierra de Egipto». Eso habla de un Dios con una misión redentora. Bien pudo Dios haberse manifestado en estos Diez Mandamientos —lo que iba a ser el corazón de la vida de su pueblo—, como el Dios creador del mundo y de sus criaturas. Tanto el pueblo de Israel como el resto del mundo tenían que saber que el interés más grande de Dios para con sus criaturas ha sido su libertad. Los Diez Mandamientos fueron dados para perpetuar la libertad en el hombre. Es la falta del cumplimiento de los mismos lo que hace a los hombres vivir en esclavitud. Dios libertó a su pueblo para que viviera en libertad de la tiranía, no solo de otros pueblos, pero sí de la tiranía del pecado. Es muy significativo saber que a ningún otro dios se le asigna alguna obra libertadora como al Dios de la Biblia.
Dios es conocido a través de muchas maneras en las Escrituras. En el origen de todas las cosas se nos manifiesta como el Creador y Sustentador de toda su obra. Se nos revela como el Dios del llamado con propósito. Como un Dios santo que no admite la corrupción y maldad, lo cual dio origen a la destrucción del mundo en agua durante los tiempos de Noé. Es un Dios que se nos manifiesta como haciendo pacto con los hombres de modo que ellos vivieran en armonía con él.
Pero su revelación como el Dios de la libertad es el tema de más importancia en la Biblia. Esta revelación de Dios nos hace ver que los Diez Mandamientos no solo son un código legal, sino una madera en la que se puede afirmar la fe. Cuando Dios dijo que él había sacado a Israel de la esclavitud de Egipto se proponía formar a una nación que le siguiera por amor y obediencia. Los mandamientos del Señor nos han sido dados para ser amados, creídos y obedecidos. Este primer mandamiento pone un especial énfasis en la persona de Dios. Hay un énfasis en la naturaleza de su nombre, en su misión redentora pero sobre todo en la exclusividad de su adoración ¿Por qué esto? ¿Por qué esta afirmación tan categórica que no da chance para buscar otras salidas fuera del Dios de la Biblia? Bueno, la misma condición pecaminosa y el mismo estado de desobediencia en el hombre lo admite. Pero sobre todo, el más grande amor de un Dios tan personal como él justifica esta declaración. De la misma manera en su palabra se nos revela sus principales atributos y cualidades por los que los creyentes llegan a adorarle. Omnisciente, omnipotente…
III. DESCUBRIMOS A UN DIOS QUE NO ACEPTA UN SUSTITUTO v.3
Es bueno recordar que el primer mandamiento niega el politeísmo. Nos indica de una manera clara que Dios es único y que sólo él debía ser adorado. Las condiciones de pactar con él rechazan la posibilidad de hacer alianza con dioses falsos. De esta manera este primer mandamiento prohíbe que haya lealtad y obediencia a cualquier persona o cosa antes que a él. Los vecinos de Israel ya eran diestros en adorar otros dioses. Se sabía que Shamash era el dios-sol. El dios-luna se conocía como Sin. Baal era reconocido como el dios cananeo de la fertilidad y Astarté era su consorte. Israel sabía de los innumerables dioses que adoraban los egipcios. Desde la adoración al faraón y sus pirámides hasta la adoración que se hacía al río Nilo y los diferentes animales y los cuerpos celestes. La expresión «dioses ajenos» sugiera la posibilidad del préstamo o la adopción en el sistema de adoración de otros dioses, sustituyendo con eso la adoración que debería ser única y exclusiva para «Jehová tú Dios». El pecado contra este mandamiento estriba en el hecho de dar honra y honor más a la criatura que al Creador.
Con esto es bueno notar que todo lo que recibe más atención en mi vida, y no la que debo dar a Dios, se constituye en un «dios ajeno» delante del Señor. Así tenemos que el orgullo pudiera ser el dios de mi personalidad. La codicia hace un dios de la moneda. La sensualidad hace un dios del cuerpo. El deporte pudiera ser el dios de mi aspiración. Mis estudios, trabajo o aun la familia pudiera llegar a ser un «dios extraño» si están ocupando el lugar que le corresponde a Dios.
Todo lo que sea más estimando y amado, lo que produzca más satisfacción, más placer, más devoción llega a ser «un dios extraño». Este primer mandamiento es muy serio para el ser humano. Dios es el único ser que debiera ser adorado. Se nos dice que él es un Dios celoso. Él no comparte su adoración con nadie. La expresión «delante de mí» denota que nada debe interponerse entre el rostro de Dios y nuestra adoración. Dios nos ha presentado la única manera para acercarnos delante de él, nuestro Señor Jesucristo. Cualquier dios que esté delante de él será visto y nuestra adoración no podrá ser recibida. ¡Esto es muy serio! ¿Cuántos dioses ajenos pudieran estar interrumpiendo mi exclusiva adoración a mi Dios? El primer Mandamiento es la prohibición de poner cosas del mundo antes que Dios.
CONCLUSIÓN. CÓMO CONOCER A DIOS Juan 17:3; “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado.” La vida eterna, aparte de ser “sin fin” consiste en el conocimiento continuo y progresivo de Dios; se basa en nuestra experiencia con él y en un conocimiento afincado en su revelación y su misión redentora.
En la Biblia, Dios nos dice que nos creó para que tengamos una comunión eterna con Él, paz para con los demás hombres, armonía y gozo en nuestras relaciones familiares, y dominio sobre el mundo en el que Él nos puso. Pero nosotros elegimos ir por otro camino. En la misma Biblia aprendemos que, a través de nuestros antepasados, elegimos vivir la vida por nuestra cuenta en vez de tener comunión con Dios. Esta decisión egoísta nos llevó a la muerte terrenal, a no tener paz unos con otros, a la falta de armonía y la angustia en las relaciones familiares y también a carecer de un cuidado adecuado del mundo en que Él nos colocó. Por esta causa, nuestro futuro ahora es una separación eterna de la comunión con Dios, completamente sin esperanza de paz o gozo. No podemos decir que vivimos bien en medio de todo este caos.
La Biblia continúa relatando la forma en que Dios proveyó el remedio para el camino de egoísmo que los hombres elegimos. Él vino a nosotros en la forma de su Hijo Jesucristo. Este Hijo vivió una vida de comunión, paz, armonía y gozo en plena comunión con Dios. Aunque era inocente de toda maldad, Él voluntariamente se expuso a sufrir y morir como un culpable y trasgresor, y recibir sobre sí el castigo total de nuestro egoísmo muriendo en una cruz. La maravillosa conclusión que la Biblia registra es que este mismo Jesús resucitó de la muerte y regresó a Dios. Él es para siempre nuestro representante delante de Dios. Nos capacita hoy para disfrutar de la comunión con Dios, paz con nuestro prójimo, armonía y alegría dentro de nuestras familias y para ejercer el correcto dominio de este mundo en que vivimos. Al conocer a Jesús llegamos a conocer a Dios en su esencia y al conocerle le llegamos a adorar como él quiere que lo hagamos.
Él es La Respuesta a las preguntas de la Vida. Solo al conocerle disfrutaremos de una vida más satisfactoria, abundante, llena de propósito, Para vivir bien tenemos que comenzar por conocer mejor a Dios. Solo debemos orar y pedirle que venga y reine en nuestros corazones y en todo nuestro ser. Simplemente habla con Dios y dile:
«Gracias Dios por amarme y enviar a tu Hijo a morir en la cruz por los errores que yo he cometido. Ahora elijo hacer a Jesús el Señor de mi vida. Sé que a través de El llegaré a conocer a Dios porque El es Dios. Ayúdame a ser la clase de persona que Tú quieras que sea. En el nombre de Jesús. Amén.»
El autor Lcdo. Jhonny H. Quinde Ávila es el actual pastor de la Primera Iglesia Bautista de la ciudad de Milagro – Guayas Ecuador. www.facebook.com/primera.bautistademilagro