Hace muchos años, un rey pidió a un filósofo llamado Simónides, que le diera una definición de Dios. Al cabo del día, volvió y dijo: «¡Oh, rey!, necesitaré una semana.» Al fin de la semana, volvió y dijo al rey: «Necesitaré un mes.» Al cabo del mes dijo: «¡Oh, rey, sírvete darme un año!» Finalmente, al terminar el año confesó: «¡Oh, rey, cuanto más pienso en Dios, menos lo conozco!»
Aunque el nombre de Dios está a menudo en nuestros labios, sencillamente no tenemos palabras para describirlo. Su grandeza, poder y gloria están mucho más allá de nuestra comprensión. Sin embargo, no podemos entender otras doctrinas hasta que no hayamos considerado la naturaleza de Dios. Las primeras cinco palabras de la Biblia son: «En el principio creó Dios.» Dios es el principio, no sólo del mundo, sino también el principio de todo sistema de doctrinas cristianas.
Ningún artista pudo pintar jamás la imagen de Dios en un lienzo. Ningún poeta ha podido aún describir su grandeza. Ningún filósofo ha podido explicarlo plenamente. Sin embargo, Dios ha escogido revelar ciertas cosas de sí mismo; y estas revelaciones están registradas en la Biblia. En las páginas siguientes, exploraremos algunas de las enseñanzas de la Biblia acerca de Dios.
DIOS ES UNO. En Deuteronomio 6:4, Moisés registró una de las más importantes declaraciones que jamás se hayan hecho acerca de Dios: «El Señor nuestro Dios uno es.» Quizá estas palabras no le sean realmente extrañas, pero cuando fueron pronunciadas por primera vez, resultaron nada menos que sensacionales. Sabemos que el mundo antiguo creía en la existencia de muchos dioses y no en un solo Dios.
En Egipto, por ejemplo, había dioses en el cielo, como el gran dios solar Ra; había dioses de las plantas, dioses humanos y dioses animales. Los dioses animales incluían cabras, toros, cocodrilos, halcones, gansos, pollos, chacales y serpientes.
En la Grecia primitiva, cada familia tenía su propio dios. La familia ofrecía alimento y vino a su dios antes de cada comida. Al pasar el tiempo, estos dioses griegos fueron cada vez más numerosos. Cada oficio, cada profesión y cada arte tenían su propia deidad. El hecho es que los griegos hicieron dioses del viento, de la lluvia, del fuego, del relámpago y de casi todas las fuerzas naturales.
Lo mismo ocurrió en la Roma antigua, donde cada casa estaba llena de dioses: dioses de los almacenes y de los armarios, dioses de los campos y de los edificios, dioses de las chimeneas y de las fuentes. Los romanos también creían que los dioses vivían encarnados en sus animales sagrados.
En Canaán, los adoradores de Baal levantaron altares por todo el país (Baal no era uno sino muchos dioses). Fue en un mundo así, donde hombres y mujeres adoraban legiones de dioses, que la voz de la revelación de la religión hebrea hizo sonar el gran tema: «El Señor nuestro Dios uno es.» Una y otra vez, la Biblia repite esta verdad: «No te has de inclinar a ningún otro dios» (Éxodo 34:14). «Jehová es Dios y no hay otro fuera de él» (Deuteronomio 4:35). «Así dice Jehová Dios de Israel… lo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios» (Isaías 44:6). Una de las grandes expresiones de esta doctrina en el Antiguo Testamento está en Isaías 43:10-12. Léalo de su Biblia. Lea también Mateo 4:10; 1 Corintios 8:5, 6 y Efesios 4:6.
Cuando no se reconoce la naturaleza única de Dios, se cae en la idolatría. Una persona comete idolatría cuando adora a algo o a alguien en lugar del único Dios. Por eso Jesús dijo: «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6:24). Si el dinero de una persona llega a ser más importante para ella que Dios, de hecho, está estableciendo otro dios para sí. Esto es idolatría. Es una negación de la doctrina de que hay un solo Dios. ¿Habrá sido éste el pecado que hizo que los hombres mencionados en Marcos 10:17-22 se alejaran de Jesús?
DIOS ES SANTO. La idea de santidad es difícil de poner en palabras. Isaías tuvo una visión de la santidad de Dios cuando vio «al Señor sentado sobre un trono alto y sublime» (Isaías 6:1). En esa misma visión, oyó a los serafines que exclamaban, «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria» (Isaías 6:3).
Decir que Dios es santo significa básicamente que él es único. El es tan distinto de cualquier cosa o persona que existe, que no hay nada con lo cual él pueda ser comparado. «¿A qué, pues, me compararéis o me haréis semejante?, dice el Santo» (Isaías 40:25). Cuando Dios le dijo a Moisés «YO SOY EL QUE SOY» (Éxodo 3:14), él quiso decirle solamente que podía ser comparado a sí mismo y con nada ni nadie más. La santidad de Dios significa que sólo él es absolutamente justo y absolutamente puro y que tiene absoluto poder.
El santo Dios es totalmente distinto de cualquier cosa o persona que el hombre conoce. Por lo tanto, el hombre nunca podrá entenderlo completamente. Como seres humanos, simplemente no podemos captar con nuestras mentes la plenitud de Dios. Por lo tanto, hay siempre un misterio en Dios, algo que está escondido: «¿Descubrirás tú los secretos de Dios?» (Job 11:7). «Verdaderamente tú eres Dios que te encubres» (Isaías 45:15).
¿Qué significa la santidad de Dios en términos prácticos? Por un lado, significa que el hombre no tiene derecho a la «familiaridad» con Dios, el Santo. Como alguien ha dicho: «Cualquiera que habla de Dios como si fuera su pariente, no sabe nada de Dios.» Aquel que realmente puede entender lo que significa la santidad de Dios no puede dejar de sentirse ofendido cuando alguien se refiere a Dios como «el hombre que está allá arriba». La santidad de Dios no significa que él no pueda ser conocido. Quiere decir, sin embargo, que el hombre puede conocer lo que Dios escoge revelar de sí mismo. (Vea Isaías 40:5 y Hebreos 1:1-3a)
DIOS ES UNA PERSONA. Algunos piensan de Dios como un gran poder del universo, pero no como una persona. Otros piensan de él como la «verdad» o la «existencia última» o «el fundamento del ser». Pero nunca piensan de él en términos personales. Uno no puede leer la Biblia, sin embargo, sin darse cuenta de que el Dios de la Biblia es personal y no meramente un gran poder o la idea de algún filósofo. En las Escrituras, Dios es una persona.
Una evidencia de esto es que la Biblia a menudo habla de los rasgos personales de Dios. Los autores sagrados lo describen como alguien que tiene conocimiento (Josué 22:22; Job 12:13 21:22; Salmo 1:6) y entendimiento (1 Crónicas 28:9). El se comunica con otras personas (1 Samuel 3:4-9) como sólo puede hacerlo una persona. Y ama (Deuteronomio 4:37; 23:5; 2 Samuel 12:24; Salmo 146:8; Juan 3:16; 1 Juan 4:10-19) como sólo un Dios personal puede amar.
Ciertamente, Jesús pensó de Dios como una persona, porque a menudo lo llamó «Padre», una designación muy personal. ¿Puede imaginarse a Jesús orando: «Oh, Gran Poder del Universo»? El hecho es que a menudo Jesús llamó a Dios Abba, el cual es como el nombre que un niño usa con su padre, algo así como «papá» o «papito».
La prueba definitiva de que Dios es una persona está en Jesús mismo. La Biblia enseña que la persona a quien conocemos como Jesús es «el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia» (Hebreos 1:3). Jesús mismo dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9).
DIOS ES ESPÍRITU. Una de las bien conocidas expresiones de Jesús se encuentra en Juan 4:24, «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.»
Entre otras cosas, significa que Dios no puede ser encerrado en nuestros lugares de adoración. Algunas veces, nos referimos al templo y sus dependencias como la «casa de Dios», como si Dios no pudiera morar en ninguna otra parte. No hay nada malo en tener lugares separados para la adoración, pero no debemos comportarnos como si Dios solamente morara en esos lugares. No hay ningún lugar donde Dios no pueda escuchar la oración. No hay lugar donde no podamos adorarle. No hay lugar donde no podamos estar en la presencia de Dios. Esto fue exactamente lo que Jesús le dijo a la mujer junto al pozo (Juan 4:21-24).
DIOS ES TODOPODEROSO. Algunos de los pasajes más inspiradores de la Biblia fueron escritos por hombres de fe que parecían estar buscando palabras adecuadas para describir el poder de Dios. El autor de 1 Crónicas dijo: «Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobro todos» (29:11). Véase también Salmo 29:3; 93:1.
El poder de Dios se describe a menudo en relación con su acción creadora. (Véanse Jeremías 10:12; 32:17; Amos 4:13; Apocalipsis 4:11). Aunque tiene poder para destruir, Dios también lo usa para ayudar. «En Dios está el poder, o para ayudar o para derribar» (2 Crónicas 25:8). Ver (Juan 10:27-29).
DIOS ES AMOR. Desde muy niños muchos de nosotros hemos aprendido la frase: «Dios es amor.» No se puede decir nada más importante sobre Dios porque todo el evangelio está basado sobre esta verdad. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Algunas veces surge la pregunta ¿por qué Dios tuvo que crear el mundo? Algunos dicen entonces que fue para que Dios tuviera alguien que le adorara. Una mejor explicación, sin embargo, surge de la verdad que Dios es amor. El amor verdadero se entrega. Y esta es la razón por la cual el Dios de amor creó al mundo: quería compartirse a sí mismo, tener compañerismo con aquellos que había creado.
Dios ha querido tener compañerismo y compartir con el hombre. Aun cuando Adán se rebeló, rompiendo así su comunión con Dios, éste todavía vino a él, buscándole (Génesis 3:8, 9). ¿Por qué Dios no se limitó a olvidarse de semejante hombre pecador y rebelde? ¿Por qué Dios simplemente no se fue a otro universo a comenzar todo de nuevo, dejando a Adán que sufriera las consecuencias de su pecado? Si Dios hubiera hecho eso, no habría sido Dios, porque Dios es amor..
Adaptado de “Doctrinas Básicas de la Biblia” de Lucien E. Coleman